domingo, 29 de enero de 2017

Ritual de iniciación



-Después de este ritual quiero quedar tan loco como me sea posible, pretendo meditar mis errores y volverlos soluciones para próximas aventuras, próximos quereres. Espero que este sacrificio a fuego lento sea agradable al destino y ponga en mi camino una nueva historia que reescriba toda la escoria que viví.

Sin pensarlo dos veces, el muchacho tomó la llama entre sus manos pero no quemaba sus palmas, solo aliviaba su dolor, como ese suave ungüento que hace unos ayeres ungió sobre la morena espalda desnuda de ese ser ya tan lejano. Acercó la llama a la gran hoguera e hizo estallar cada sensación de su cuerpo hasta alcanzar el éxtasis deseado. Rugía el fuego, rugía contra el agua que bullía del centro de la hoguera, olor a carne y pasto, olor pestilente de los recuerdos que yacían en masa para ser borrados de la existencia.

 -Espera un momento, pronto lo sentirás, pronto llegará ese alivio que tu alma busca desesperadamente, cansada de tanto caos, tanto desperdicio que las personas dejan a su paso, sin preocuparse siquiera de sus desechos.

-Ya, está llegando, esta sensación, sentimiento de existencia con el todo, donde la plenitud cicatriza todo lo que está abierto, por donde se escapaba tu esencia. Se siente tan bien, ya sabes, la felicidad, resignarse a los errores, sonreír y decir, venga, el mundo no se detiene, o como dice Galilei "y sin embargo, se mueve".

-¿Cuánto tiempo tiene dedicado para ti el cosmos? No lo sé yo, tampoco tú, quizá no vea un futuro porque es incierto, bla bla bla...

Decía el muchacho después de su sacrificio en la hoguera. Era obvio que el muchacho estaba ebrio, no lo podemos dudar, ese fue el detonante a realizar un acto que nunca había considerado. ¿Qué? ¿el sacrificio?, No, ese lo había realizado mucho antes pero en esta ocasión no se sentía preparado, improvisó como pudo. De ese sacrificio solo recibió un horrible dolor de cabeza. Me refiero a intentar agradar, conocer personas nuevas, hace tanto que no practicaba y era difícil. Y menos en esas condiciones, por el amor de Dios, Qué tan descuidado, tan hundido, y ebrio.

-Ahora que me pongo a pensar, la ebriedad no se me da bien. No estoy muy orgulloso de todos mis actos, no me arrepiento, eso sí.

Ay, muchacho, estaba perdido, si tan solo lo hubieses visto como yo lo vi.

-Pero dejemos hablar de mí, ¿tú quién eres?

 Al fin se reveló la identidad de la otra persona, ¿Cómo era?, bueno, la conociste muy bien, todas mis historias tienen a alguien así, creo que el chico tenía una loca obsesión por seres de esa estirpe. Llamémosla "ella". Ella era algo no proveniente de este mundo, creo que venía de un plano de la existencia donde todo roza lo perfecto, ojos grandes y negros como las noches de luna nueva en la periferia de la ciudad, nariz pequeña y graciosa, unos labios que pedían a gritos más tequila para saciar el rojo fuego que emitían, unas mejillas que crecían con cada sonrisa, y una piel, esa piel tan atractiva, de un color cobrizo, tan codiciada por las yemas de mis dedos, Dios, esa piel me volvió loco. Uy, perdón, me perdí.

-Yo soy una persona más- dijo Ella - pero si te lo propones puedo ser alguien más.

Terminó Ella en un tono tan simple como provocativo, rápido el muchacho perdió la compostura, se deshizo sobre sí mismo.

-Pero no entiendo eso de los desechos que dejan las personas, ¿tanto daño te han hecho?- preguntó Ella.

 -¿Qué? ¿La morena? Pff, no. Bueno, sí, un poco, no se llevó sus recuerdos antes de irse y ahora cada memoria de ella me pesa cada vez más.- balbuceó el chico mientras un nudo en su garganta se volvía a formar el cual eliminó con una cerveza, ¡Dios muchacho!, estás muy ebrio. No, no dejó de beber en toda la noche.

-Entonces ¿Por qué te lamentas tanto?, ven, disfrutemos de esto en la piscina.

Ella se despojó de su blusa color marrón y el pantalón de mezclilla para quedar en un enervante traje de baño tornasol, éste cambiaba de color con la poca luz que quedaba del atardecer y los faros que iluminaban el espacio en el que se desenvolvía este relato. Diablos, no sé cómo pude describir el efecto de su poca ropa si quedé tan embobado en sus peligrosas curvas al igual que el muchacho. ¿Y qué pasó con el muchacho? Bueno, él se debatía entre el efecto de las curvas y el exceso del alcohol, luchaba contra sus prendas para poder quitarlas y arrojarse al agua junto con Ella, poco pudo hacer, se enredó sobre su propio pantalón y cayó vestido a la piscina.

-Eres un mal borracho, ya me voy dando cuenta- dijo Ella – pero no te preocupes, no dejaré que des otro mal paso, al menos que esté igual o más ebria que tú.

Después de mil chapoteos e incontables lunas que pasaron de aquel ritual de iniciación los dos muchachos se conocieron más y más. Realmente me sorprendió que ese chico lograra algo con tal actitud, si te soy sincero jamás creí en él después de su honda depresión, pensé que jamás lo volvería a intentar. Y ahora aquí los tienes, observando los autos pasar debajo de un puente peatonal, sin hablar, sin suspirar, solo se escucha el aullido de los coches al transitar a gran velocidad bajo sus pies.

-Dijiste que no dejarías que diera otro mal paso, ¿Cómo pudiste permitirlo?

- El muchacho rompió el silencio al fin - ¿Por qué estás de acuerdo con esta decisión? ¿Acaso no importo ya? -No tengo nada que decir, sabes que ya no puedo opinar- contestó Ella- Te fuiste hace tanto que no te reconozco, no eres el mismo, creo que es algo que necesitas.

El muchacho con lágrimas de amargo odio suspiró hondamente, emitió una sonrisa mal hecha y terminó – Tienes razón. Cómo fui tonto al creer que podrías cumplir tu promesa, al final si eres alguien más.

 Saltó, el muchacho saltó al vacío lleno de autos silbantes, se hizo uno con el asfalto y las llantas de los coches, ya sabes, sangre aquí y allá, miembros esparcidos, sesos sin orden alguno.

 Ella se dio la vuelta, tomó el rito de iniciación, encendió el fuego y tomó la llama entre sus manos pero no quemaba sus palmas, solo aliviaba su dolor, el dolor de ser una persona más.

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